¡Hola, bienvenid@!

Mi nombre es Silvia.

Desde muy pequeña tenía claro que quería de alguna manera ayudar a los demás, aportando algo desde mi ser al mundo. Cursé los estudios de magisterio en educación especial. Esto me llevó a trabajar tanto con niños con diferentes discapacidades, como acompañando a personas mayores. Pero la vida a veces te lleva por otros derroteros, y te desmonta todo lo que habías planeado. Me vi arrastrada por diferentes circunstancias y situaciones que me fueron desconectando de mi ser, llevándome a sitios en los que no quería estar pero que en ese momento me tocaba transitar.
Con el estrés diario de un trabajo que no me llenaba y las responsabilidades familiares, fui poco a poco olvidándome de mis necesidades más internas y dejando a un lado mi vocecita interior.

Con el tiempo, los nervios, el estrés y el cansancio fueron ganando terreno. Por mi autoexigencia de querer llegar a todo, me fui dejando de lado, hasta que mi cuerpo, después de darme varias señales, me gritó en forma de enfermedad. A partir de ese momento decidí finalmente atenderme. Me bajé de ese tren descarriado y paré.

Empecé a escucharme en silencio, a sentir, y ¡mi vocecita interior volvió a hablar! Y me dejé llevar, me dejé guiar por ella. Ahí fue cuando la magia de los cuencos tibetanos llegó a mi vida; simplemente se me pusieron delante y los tomé de la mano. La primera experiencia que tuve con estos instrumentos fue tan sublime que enseguida tuve claro que ese era mi camino. Esto, me llevó a formarme en Sonoterapia con cuencos tibetanos, gong y canto armónico. Luego, vinieron más formaciones como La Alquimia curativa del ritmo, con tambor chamánico, y otros instrumentos de percusión; pasando por la Aromaterapia, el Reiki y la Cristaloterapia. Mi mente inquieta, con su sed de conocimiento está constantemente estudiando, investigando y explorando en este muy extenso campo del sonido y en otros tantos temas que me apasionan sobre el funcionamiento del cuerpo humano y cómo el estrés afecta al sistema nervioso central.

Lo que me aporta la experiencia con los cuencos tibetanos va más allá de la relajación como tal. Es una reconexión con mi esencia, un aquietar la mente, un sentir y estar “aquí y ahora”.

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