Terapia de sonido

El sonido es energía transferida a través de la vibración. Tal y como dijo Tesla, “si quieres descubrir los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración”.

 La terapia de sonido (o sonoterapia) está catalogada como una terapia vibracional, igual que la homeopatía o las flores de Bach. Uno de los fundamentos básicos de las terapias vibracionales es la aceptación holística del ser humano: la parte material, visible o corporal, y aquellas no visibles (sutiles, energéticas) como la emocional, la mental y la espiritual.

 La sonoterapia conlleva el uso de frecuencias sonoras, a través del sonido de la voz y de ciertos dispositivos e instrumentos musicales, para estimular el cuerpo y la mente y proporcionar un estado de salud óptima y en plenitud, restableciendo la armonía y originando un desarrollo integral de la persona. Todo se encuentra en un estado constante de vibración o “resonancia”, incluyendo cada parte y sistema dentro del cuerpo humano – órganos, tejidos y células.  Juntos forman una frecuencia compuesta, un armónico, que es nuestro propio ritmo personal de vibración. Somos como una gran orquesta con su propia banda sonora. Cuando una de las partes de la orquesta desafina dejamos de estar en un estado de armonía, la mayoría de veces provocado por un estrés continuo.

 Por medio del principio de resonancia simpática, ciertas vibraciones estimulan una respuesta en cualquier cosa que posea una frecuencia similar, es decir, estas vibraciones a través de su propagación provocan una vibración similar en otro cuerpo. El fenómeno consiste en: dispongo de dos objetos idénticos el uno al otro capaces de vibrar, situados a una determinada distancia, al estimular uno de ellos provocará la vibración del segundo objeto con la misma frecuencia que su semejante. Este es uno de los conceptos fundamentales que sustenta el empleo del sonido.

              “…cuando las ondas sonoras entran en el cuerpo se producen por simpatía   vibraciones de sus células vivas, que ayudan a restaurar y a reforzar la organización saludable. El alto contenido de agua de los tejidos corporales contribuye a transmitir el sonido, y el efecto general se puede comparar con el de un masaje profundo a nivel atómico y molecular” (Olivia Dewhurst, 1993).

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 Aunque la sonoterapia no tiene que ver tanto con la creación de sonido, sino que es más bien una invitación a un reino sin ego, a un aprender a escucharse.

 Jarrod Byrne Mayer, “el sonido nos da una oportunidad de recordar. Limpia y despeja el desorden energético que hay en nuestra mente y nos permite experimentar la quietud. Con el sonido se nos permite recordar ese estado de pureza. Nos concede la gracia de situarnos por encima del caos”.

 El sonido armónico de los cuencos tibetanos tiene efectos calmantes y relajantes, así como posee la capacidad de sosegar la mente. Son un excelente medio que facilita la entrada a estados de quietud e induce a la relajación y meditación. Medio efectivo para cambiar la conciencia desde el estrés cotidiano hacia un estado de equilibrio y serenidad.

 Tal como indica el doctor Gaynor (2001), los cuencos tibetanos o cuencos cantores nos llevan a un silencio, a un estado de calma que él denomina “esencia” por la rapidez con la que nos conducen a un viaje por nuestro interior. Son pues un valioso instrumento de evolución o crecimiento personal.

 Se hace cada vez más imprescindible algún tipo de práctica meditativa o de relajación que active la intervención del Sistema Nervioso Parasimpático que es aquel que nos lleva de vuelta a un estado de calma, ya que estamos inmersos en mucho ruido tanto ambiental como mental.

 Es necesario encontrar ese espacio de silencio, que no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ruido. Cuando tú vas entrando en ese silencio y la mente se va apaciguando de forma natural, el cuerpo se recupera, la energía aumenta y la claridad mental se dispara.